Sir 18

La grandeza del Señor

1El que vive eternamente, creó todas las cosas sin excepción. Solo Dios será hallado justo, y Él es el rey invencible eternamente.

2¿Quién es capaz de referir todas sus obras?

3
3 s. Cf. el himno a la eterna sabiduría de Dios en Romanos 11, 33-36.
¿Quién puede investigar sus maravillas?

4Y su omnipotente grandeza, ¿quién podrá jamás explicarla? ¿O quién emprenderá contar sus misericordias?

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5. Véase 39, 26. Bueno es recordar esto para no caer en la frecuente tentación de dar a Dios lecciones. El que halla en Él algo que enmendar, está mostrando que no tiene fe, pues no es concebible un Dios sometido a nuestro juicio. Amemos todo cuanto Él hace: frío, calor, lluvia, nada sucede sin su voluntad amante y sapientísima. Vale más esta obediencia que los sacrificios. Cf. Eclesiastés 4, 17; Proverbios 30, 6 y notas.
No hay que quitar ni que añadir en las admirables obras del Señor, ni hay quien pueda investigarlas.

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6. Absorto, En griego: perplejo, es decir, incapaz de juzgar tanta maravilla que nos sobrepuja y nos aplasta, porque sentimos el abismo de nuestra propia nada frente al trono inconmovible de Aquel que habita en las alturas. Cf. 24, 32-39; Proverbios 25, 27; I Timoteo 1, 17 y notas.
Cuando el hombre hubiere acabado, entonces estará al principio; y cuando cesare quedará absorto.

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7. El sentido es: ¿Para qué sirve? Dios no lo necesita (Salmo 15, 2; Job 22, 3; 35, 6 s. y notas). El hombre bueno no aumenta la santidad de Dios, ni el malo le quita gloria. Véase Job 7, 17.
¿Qué es el hombre? ¿Y en qué puede ser útil? ¿Qué importa su bien o su mal?

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8. Sobre la duración de la vida, véase Salmo 89, 4 y 10; II Reyes 19, 32 ss. Al patriarca Jacob le parecen sus 130 años “pocos y trabajosos” (Génesis 47, 9).
El número de los días del hombre, cuando mucho, es de cien años, que son como una gota de las aguas del mar; y como un granito de arena, tan cortos son los años a la luz del día de la eternidad.

La paciencia de Dios

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9. Dios aguanta: Meditemos esta asombrosa doctrina, que es fundamental para la espiritualidad: Dios juzgará, sí, un día por medio de su Hijo Jesucristo “constituido Juez de vivos y de muertos” (Hechos 10, 42; Romanos 14, 9). Juzgará, pues, a los vivos y juzgará a los muertos también, como enseña San Pedro (I Pedro 4, 5-6). Pero, entretanto, Jesús nos dice que “ni el Padre juzga a nadie” (Juan 5, 22), ni el Hijo tampoco (Juan 8, 15), y que Él no vino a juzgar sino a salvar (Juan 3, 17; 12, 47). La divina revelación está llena de textos concordantes. Si Dios juzgase desde ahora, no subsistiría un solo hombre (Salmo 129, 3) y todos estaríamos ya en el infierno, porque todos hemos pecado (III Reyes 8, 46) y nadie puede aparecer justo ante Él (Salmo 142, 2). Esta doctrina de la paciencia de Dios (Sabiduría 11, 24), que ahora no hace justicia sino misericordia, es el objeto principal de muchos Salmos, tanto los que muestran la actual prosperidad de los pecadores (Salmo 36; 38; 72; etc.) cuanto los que nos recuerdan, como el Miserere (Salmo 50), la misericordia inagotable que, lejos de juzgar como juez, prodiga el perdón a todo el que lo quiere. Véase Sabiduría 11, 25 y nota.
Por eso Dios aguanta a los mortales, y derrama sobre ellos su misericordia.

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10 ss. Aquí, como en el versículo 9, vemos que la causa de la predilección con que Dios nos prodiga sus bondades, no está en nuestras excelencias, según parecería lógico, sino a la inversa: en nuestras miserias. “Tal es el misterio de la misericordia, que en vano pretenderíamos entender si no estudiamos el Corazón amabilísimo de Dios, tal como Él mismo nos lo descubre en sus palabras.” Véase Génesis 3, 21; Salmo 102, 13 y notas; Lucas 5, 31; 15, 1 ss.; 19, 10; Ef. 2, 4, etc.
Está viendo la presunción de sus corazones, que es mala, y conoce el trastorno de ellos, que es perverso.

11Por esto les manifestó de lleno su clemencia, y les mostró el camino de la equidad.

12La compasión del hombre tiene por objeto a su prójimo; pero la misericordia de Dios se extiende sobre toda carne.

13Él tiene misericordia, los amaestra, y los guía cual pastor a su grey.

14Él es benigno con los que escuchan la doctrina de la misericordia, y son solícitos en la práctica de sus preceptos.

Caridad y prudencia

15
15. Notemos la divina delicadeza de esta máxima. “Cuán grande sea la tentación de ser maestro y juez nos muestra la conducta de los amigos de Job” (cf. Job 4, 5 ss. y nota). Santiago nos advierte: “No queráis hacer de maestros” (Santiago 3, 1). Cf. Mateo 7, 1 s.; Romanos 14, 4 y 10; I Corintios 4, 5.
Hijo, no juntes con el beneficio la reprensión; ni acompañes tus dones con la aspereza de malas palabras.

16¿No es verdad que el rocío templa el calor? Así también la palabra vale más que la dádiva.

17
17. La palabra vale más que el don: He aquí una limosna que todos podemos dar.
¿No conoces que la palabra vale más que el don? Pero el hombre justo acompañará lo uno con lo otro.

18El necio prorrumpe ásperamente en improperios, y la dádiva del hombre mal criado saca lágrimas de los ojos.

19
19. Véase Mateo 5, 25. El sentido, según el hebreo, es: antes de juzgar y reprender a otros (versículo 18) mírate a ti mismo. Jesús enseña que cuando pretendemos ver una paja en el ojo ajeno, hay en el nuestro una viga que nos impide ver (Lucas 6, 42).
Antes del juicio asegúrate de tu justicia, y antes que hables aprende.

20
20. Es la norma a que ha llegado la medicina moderna: vale más prevenir que curar. Aplicada a la vida espiritual esta regla quiere decir: evita la ocasión de pecado y examínate todos los días para que estés preparado cuando venga el Juez. No postergues tu conversión de un día a otro.
Antes de la enfermedad toma medidas preventivas, y antes del juicio examínate a ti mismo, y así hallarás misericordia ante Dios.

21Antes de la dolencia humíllate, y en el tiempo de tu enfermedad has conocer tu conversión.

Constancia y vigilancia

22
22. En griego y hebreo estos dos versículos se refieren al voto no a la oración. Justificarte: vivir como hombre justo. En el griego cumplir el voto.
Nada te detenga de orar siempre, ni te avergüences de justificarte hasta la muerte; porque la recompensa de Dios dura eternamente.

23Antes de la oración prepara tu alma, y no quieras ser como quien tienta a Dios.

24
24. Apremiante llamado a contemplar los misterios de los últimos tiempos. Véase 7, 40; 51, 9 y notas.
Acuérdate de la ira en el día final, y del tiempo de la retribución, cuando Él aparte su rostro.

25Acuérdate de la pobreza en el tiempo de la abundancia, y de las necesidades de la pobreza en el día de las riquezas.

26De la mañana a la tarde se cambiará el tiempo, y todo esto se hace muy presto a los ojos de Dios.

27
27. El que ama la palabra de Dios no caerá en escándalo (Salmo 118, 165) porque vive en la desconfianza de sí mismo. Meditemos la magnitud de esta enseñanza frente a los tiempos pavorosos que Jesús anuncia en Mateo 24, 24.
El hombre sabio temerá en todo, y en los días de pecados se guardará de la negligencia.

28Todo hombre sensato sabe distinguir la sabiduría, y alaba al que la ha hallado.

29
29. Más claro en griego y hebreo: Los que captan las sabias palabras, se hacen sabios ellos mismos y derraman como lluvia las máximas perfectas. ¡Gran razón para movernos a la lectura de los Sagrados Libros! Véase II Timoteo 3, 16.
Los hombres juiciosos se portan con prudencia en el hablar, y entienden la verdad y la justicia, y esparcen como lluvia proverbios y sentencias.

30
30. Apártate de tu propia voluntad, puesto que, como escribe Santa Teresa de Jesús, “en pocas cosas quiere nuestro Señor que haga mi voluntad” (Cartas DXXXI).
No vayas en pos de tus concupiscencias, y apártate de tu propia voluntad.

31Si satisfaces los antojos de tu alma, ella hará que seas gozo de tus enemigos.

32No gustes de andar en los bullicios, ni aun en los de poca monta; porque ocurren en ellos continuos conflictos.

33
33. En griego: no te empobrezcas, haciendo banquetes con dinero prestado y si nada tienes en tu bolsillo. Bover-Cantera vierte: No seas glotón ni ebrio, sin tener nada en la bolsa.
Mira, no te empobrezcas con tomar dinero a usura para seguir disputas con los otros, teniendo vacío tu bolsillo; pues serás injusto contra tu propia vida.
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